“Una mujer precavida, fuerte y decidida cuando debía serlo, pero indecisa en cuestiones familiares y de herencia”, explicó el doctor en Historia y Archivero, Víctor M. Bello, en la segunda sesión de las IV Jornadas de Historia de Teguise
Víctor M. Bello, en su conferencia titulada “Inés Peraza: una vida de pérdidas”, disertó sobre la que fuera señora de Canarias en el siglo XV. Como él mismo señaló, “el objeto fundamental de su estudio es analizar la Historia de Canarias del siglo XV desde la perspectiva de quien, por derechos de sucesión, fue la propietaria de las Islas Canarias, aunque en la historiografía tradicional ha tenido mayor presencia su marido, Diego Garcia de Herrera”.
La primera idea que resaltó de la vida de Inés Peraza es que nació en un entorno dinámico, tanto a nivel económico, como político y social, y que, con toda probabilidad, su destino inicial no fue poseer y gobernar las islas, a lo que probablemente estaba destinado a su hermano Guillén Peraza. Si bien, las desgracias familiares provocaron que a partir de 1452 ella se viera como única heredera del archipiélago canario, un territorio que era avanzadilla de la expansión atlántica que venía produciéndose desde hacia poco tiempo.
Tras un largo periodo de intentos frustrados, la familia Peraza había podido hacerse con la posesión de las islas, constituyendo un señorío que explotar económicamente. Una idea que puso en marcha el matrimonio Herrera-Peraza a partir de 1455, tras superar los escollos planteados por los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, sublevados contra los intereses señoriales.
Inés Peraza debió hacer frente tanto a diversos movimientos antiseñoriales por parte de sus vasallos, como a las pretensiones portuguesas y castellanas, además de tener que decidir sobre futuro de las Islas. Tuvo una larga vida -falleció con setenta y nueva años- plagada de pleitos, pérdidas familiares e indecisiones. Fue partícipe de la integración de todo el archipiélago bajo su mando, pero también de los diversos fraccionamientos que éste sufrió. Primero, a partir de 1477, vendiendo las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma a los Reyes Católicos; después con las donaciones a su hijo Fernán, que supuso la división del señorío en oriental y occidental; y, finalmente, tras varias decisiones adoptadas y revocadas, fraccionando las islas de Lanzarote y Fuerteventura en doceavas partes para legarlas a sus hijas María y Constanza, así como a su hijo menor Sancho de Herrera.
Víctor M. Bello destacó de ella que fue una mujer precavida, fuerte y decidida cuando debía serlo, pero indecisa en cuestiones familiares y de herencia. Una mujer que debió aprender a gobernar un territorio que se le presentó como hostil de forma recurrente y que, tal vez, cansada de tanto luto como llevó a lo largo de su vida, pidió en su testamento que nadie lo llevara por ella.
El próximo jueves 18 tendrá lugar la tercera sesión de estas jornadas, que se centrará en Beatriz de Bobadilla, la nuera de Inés Peraza, con quien tantos problemas tuvo. Esta conferencia estará a cargo de Ana Viña Brito, catedrática de Historia Medieval de la Universidad de La Laguna.