El certamen de Poesía Esperanza Spínola ya tiene ganador. Se trata de Manuel Luque Tapia. Con su poema “Invierno” se alzó con este prestigioso galardón, creado en 1988, y que le reporta un premio de 500 euros. En segundo lugar, quedó Gloria Fernández y su poema “El sendero y la espina”, que fue premiado con 300 euros. El tercer poema que eligió el jurado fue el de David Carreres, titulado «Hacia donde te amo” y valorado con 200 euros. Los tres ganadores son de fuera de Lanzarote: Córdoba, Madrid y Castellón, respectivamente. En total, al certamen se presentaron una treintena de trabajos.
La lectura del fallo del jurado compuesto por, Francisco Hernández, cronista oficial de Teguise, Carolina de Castro Fernández, profesora de Geografía e Historia, y Andoni Machín, asesor cultural y lector, tuvo lugar ayer martes en la Biblioteca de La Villa. Los cinco poemas mejor valorados por el jurado, entre los que se encontraban los ganadores, fueron leídos por integrantes de “Los Jueves Literarios” a los que la concejala de Bibliotecas, Mar Boronat, agradeció su dedicación por mantener este tipo de actividades “que nos ayudan a reflexionar y analizar un libro desde distintos puntos de vista. Es muy grato encontrar espacios para intercambiar opiniones en un ambiente de respeto y concordia donde la literatura sea el vehículo para la expresión y el acercamiento”.
El cronista oficial de Teguise, Francisco Hernández recordó la figura de Esperanza Spínola como una mujer generosa y culta. “En los pasillos de su casa muchos aprendimos a leer y a escribir, buenos modales y normas de cortesía”, recordó. Hernández también puso en valor el edificio que alberga actualmente el Teatro Municipal de La Villa. “Tiene mérito que fuera el primero de la provincia de Las Palmas y el tercero de toda Canarias en 1825”, explicó.
Poema ganador
Debería vivir una madre
lo que uno viviera
Venido está el invierno, madre,
y hace frío en la casa de mi infancia,
pliegues de tiempo que sus paredes nombran
y que bajo el sudario de la cal pernoctan.
Hace frío, madre, en la casa,
la que ayer se alzaba en brasas
sobre luminarias alas,
hoy es torreón de sombra escarchada.
Hace frío, madre, y tiemblan
tus manos sarmentosas,
las que otrora sembraron surcos de pasiones
tal que marea de gráciles gaviotas.
Hace frío, madre, en la casa
y sobre las huellas de tus pasos
se han acamado gavillas de centeno crucificado,
sobre la marea de tus caderas de vertiginoso
espasmo, glaciares emplomados.
Como peces árticos
tus labios de frío inflamados
y sobre el paisaje arroyado de tus parajes
descienden furtivos carámbanos de años.
Venido está el invierno, madre,
hace frío en la casa de mi infancia
y sobre tus bucles negros de antaño
hoy reposa un manso rocío de tiempo blanco.