Con la sala cultural a rebosar de gente sedienta por reír y pasar un buen rato, dieron rienda suelta al arsenal de recursos que manejan con inusitada facilidad
Los autores Aarón Gómez y Kike Pérez llevaban razón cuando aseguraron al principio del espectáculo que «contado…pierde». No es solo que pierda, que pierde, sino que resulta tarea dificultosa relatar el cúmulo de disparates, uno detrás de otro, servido en el escenario del Convento de Santo Domingo de Teguise el pasado sábado.
Con la sala cultural a rebosar de gente sedienta por reír y pasar un buen rato, Gómez y Pérez dieron rienda suelta al arsenal de recursos que manejan con inusitada facilidad. Tan pronto Aarón pronuncia un discurso verborreico, como Kike se arranca un blues con tres palabras pronunciadas por el público.
Da la sensación de que cualquier cosa puede pasar, y lo peor es que ocurre. Una balada romanticona cantada dulcemente por Aarón, guitarra mediante, que adquiere tintes eróticos hasta que un aire flatulento inunda la habitación encharcando el asunto, Kike cogiendo el relevo en una conversación ininteligible con su propia voz enlatada a la que sin embargo se le entiende absolutamente todo, un recuerdo carnavalero en Santa Cruz entre quinquis y la representación de Christopher Reeve…
Los gags se encadenan con ligereza y sorprende el buen uso de unos vídeos fantásticos que nos hacen sentir como si estuviéramos dentro de una peli. Con todo, el show de hora y media se consume en un abrir y cerrar de ojos.
Esa sensación relativa al tiempo, que vuela con ellos sobre el escenario, se debe a la variedad artística de la pareja, ayuda también esa dualidad que encaja como anillo al dedo, Aarón más apuesto-culto, Kike más gruñón (dicho sea con todo respeto), pero sobre todo obedece a esa empatía que logran despertar: una vez que empiezan a reírse de ellos mismos, el valle de jable de Soo se ensancha para reírse absolutamente de todo y de todos, incluidos los clientes, esto es, el público.
Otro activo de estos comodines del humor es su puesta en valor de lo canario, pero sin resultar tan papanatas como para exhibirnos como la perfección absoluta. Nosotros tampoco escapamos de las garras humorísticas de Aarón y Kike… Lanzarote recibió críticas por su sed recaudadora en el sector turístico. Hay que tener arte para criticar con tanta gracia.
Todo acabó como tenía que acabar: público en pie batiendo las palmas con energía, rendido ante el poderío expresivo de Aarón & Kike. Vamos, que si nos dicen que vienen de nuevo, lo dejamos todo por verlos