La mesa redonda con expertos del Carnaval más tradicional de las islas acercó a Teguise detalles y anécdotas de los grupos que participarán esta noche en el Carnaval Tradicional

Los especialistas en las más antiguas tradiciones carnavaleras de Canarias, acercaron ayer a Teguise detalles y anécdotas del origen y sentido cultural que tienen cada una de las costumbres populares que participarán esta noche en el Carnaval Tradicional de Teguise.

Moderada por el comisario de la Casa Museo del Timple, Benito Cabrera, la mesa redonda contó con las aportaciones de Manuel Lorenzo Perera, como director del proyecto “Mataculebra”, Doctor en Historia, Etnógrafo y Folklorista y autor de numerosos trabajos de investigación sobre etnografía; Juan Carlos Alonso como Director de la Parranda Marinera “Los Buches”, Ricardo Fajardo Hernández, como Antropólogo, Investigador del Carnaval Tradicional de Canarias; José Pedro Suárez, como director del proyecto comunitario LÄldea (Premio Canaria de Cultura Popular); y Francisco Hernández como Cronista Oficial de Teguise.

El alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort, y Olivia Duque, como responsable de Cultura y Festejos, fueron los encargados de presentar este nuevo proyecto del Ayuntamiento de Teguise, que pretender “rescatar y hacer llegar a todos la auténtica historia de nuestro pasado, nuestras costumbres, y hacer convivir y homenajear en un acto como el Carnaval Tradicional a todos aquellos que mantienen viva la tradición y hacen que se transmita de generación en generación”, declaró Oswaldo Betancort.

Olivia Duque por su parte, animó a todos a participar del desfile festivo y bailes de máscaras que acogerá finalmente la Carpa Municipal de la Villa de Teguise y que “a pesar de la suspensión del Coso de Costa Teguise, si el tiempo nos lo permite, el domingo celebraremos el Carnaval de Día con pasacalles y actuaciones desde mediodía”, apuntó Duque.

Canarias y su carnaval patrimonial

Herencia de las saturnales y lupercales romanas, el Carnaval es época de subversión de normas establecidas y una fiesta que se celebra en muchas partes del mundo occidental. Fueron los españoles y portugueses los que exportaron el complejo ritual carnavalesco a América, donde se festeja con especial intensidad y riqueza en algunos países.
Aunque de primigenio origen pagano, el carnaval está ligado al ciclo católico. Los protestantes usualmente no lo celebran, o –como en el caso danés- han modificado y adaptado sus esquemas básicos.
Tránsito entre la Navidad y la Cuaresma, en Canarias antiguamente se celebraba ya desde el mes de enero. Así lo atestiguan diversas referencias como la de José de Olivera que, a mediados del s. XIX narra los bailes que se celebraban desde el 17 de enero en la lagunera sociedad El Porvenir. Asimismo, eran habituales las mascaradas, que tenían lugar en Navidad y en la Candelaria, el 2 de febrero.
La fiesta tradicional e histórica está llena de manifestaciones que poco tienen que ver con el concepto actual del carnaval. El historiador Manuel Hernández nos cuenta de la celebración de los llamados bailes de Compadres y Comadres, los jueves anteriores al martes de carnaval. Por otra parte, Domingo J. Navarro narra cómo en Gran Canaria se divertían tirando huevos de talco, jeringazos de agua sucia, bailando malagueñas y folías y comiendo adobo y arroz con leche.
Curiosamente, la forma actual isleña, abocada a los actos organizados desde las instituciones (elección de reinas, concursos, etcétera) se dejó influenciar con el tiempo con las adaptaciones sudamericanas, de tal suerte que el nuestro es más un carnaval de tintes caribeños, andaluces y brasileros de lo que fuera en otras épocas.

Mataculebra
Es conocida la influencia cubana en nuestros carnavales, sobre todo en Los Indianos de La Palma, cuya tradición de empolvar con talco entronca a su vez con otras muchas culturas que participan de esta catarsis de blanqueamiento ritual.
Pero existieron en Canarias otras costumbres no tan multitudinarias ni conocidas, que trajeron de vuelta los emigrantes retornados. Es el caso del Mataculebra o ritual de matar la culebra, uno de los más curiosos vestigios de la cultura afro-americana que se ha venido desarrollando en los últimos años en el Puerto de La Cruz, estudiado por el profesor Manuel Lorenzo Perera y recuperado por el Grupo Folklórico del Centro Superior de Educación de La Laguna.
Según parece, llegó a las islas a mediados del siglo XIX, introducido por Manuel Catalina y se estuvo realizando hasta mediados de la década de 1980. El Mataculebra es representado por Los Negritos y El Mayoral (el amo blanco) que, blandiendo un látigo, propone matar la culebra en un desfile teatral y musical.
Estudiado por el folklorista Fernando Ortiz, este baile cubano se interpretaba en las fiestas afrocubanas del día de Reyes, como una gran celebración en la que se utilizaban linternas e imaginería de santos (el sincretismo religioso sudamericano), con un baile que imitaba el irregular avance rítmico de la serpiente.

Los Diabletes de Teguise
Uno de los ritos más vistosos y extendidos por los ámbitos del carnaval de muchas partes del mundo es el que protagoniza un grupo de diablos. Tilcara, en Argentina; Riosucio, en Colombia; Santiago, en la República Dominicana, son algunas localidades sudamericanas donde diversos grupos diabólicos son los principales protagonistas de la fiesta. También en España encontramos ejemplos, como los llamativos Diablos de Luzón (Guadalajara).
Los diablos carnavalescos por excelencia de nuestras islas los encontramos en la Villa de Teguise (Lanzarote). Inicialmente estuvieron ligados a la celebración del Corpus Christi, al igual que sus parientes de otras latitudes. Sufrieron una traslación de fecha hacia el carnaval y transformaron parte de su vestuario: las pieles de cabra que los cubrían inicialmente se tornaron en trajes de lona pintada con rombos. La careta ya no es un macho cabrío, sino un toro con sus cuernos y su lengua. Aún así, conservan la raíz, no sólo en sus complementos (esquilas, cencerros, zurrones…), sino por el espíritu catártico que implica asustar, transgredir, hacer correr a los niños por las esquinas empedradas de La Villa. En resumen, simbolizan el sentido primigenio, festivo y esencial del antiguo carnaval.

Los Buches de Arrecife
En el carnaval tradicional canario contemplamos dos conductas habituales: la de manchar (con agua, polvos de talco, etcétera) y la de golpear simbólicamente con elementos diversos.
También en Lanzarote, esta vez en Arrecife, se utilizan para golpear grandes vejigas de pescado infladas y secadas al sol, en un rito carnavalesco del que hiciera referencia el francés René Verneau a finales del XIX. Fueron siempre gentes del mar los actores de esta tradición, hoy mantenida gracias a la Parranda Marinera Los Buches, que salen cada año cantando sus viejas canciones costeras y propinando sonoros y divertidos buchazos a diestro y siniestro.
Encontramos ejemplos similares en otras latitudes, como los Blancs Moussis belgas, que emplean vejigas de cerdo para flagelar a la gente. El origen común de estas tradiciones parece encontrarse en la antigua Roma, donde los Luperci, un grupo sacerdotal de adolescentes, salían el 15 de febrero por el Monte Palatino semidesnudos, golpeando a las mujeres con una tira de macho cabrío (la februa), como rito de purificación y fecundidad.
Los empolvados
Una de las tradiciones más arraigadas en el carnaval tradicional canario era la de empolvarse a sí mismo y a los demás con harina o talco. Las referencias históricas abundan en Gran Canaria, La Palma y Tenerife, islas en las que arrojar huevos talco o salir a la calle embadurnados de harina era muy habitual. Así lo relatan cronistas como Domingo J. Navarro, Lope de Guerra o Francis Coleman. El historiador Viera y Clavijo, en su poema Los Meses, nos cuenta: “Ya arrojan al cabello limpios talcos/ Ya al pulcro rostro harina y almidones”.
Esta costumbre está extendida por países como Grecia, donde una tradicional guerra de harina pone fin al carnaval en la localidad de Galaxidi, durante el llamado Lunes Limpio. También en varias regiones del norte de Argentina, como Jujuy, se celebra un carnaval en el que los participantes desentierran al Diablo Carnavalero, que es quien fecunda a la Pacha Mama. Finalizada la ceremonia todos bajan cantando canciones y se tiran agua, harina, talco y serpentinas.
Las harinas y los empolvados resultaban molestos para algunos y las diferentes prohibiciones consiguieron ir erradicando en Canarias esta costumbre, que pervive aún en Santa Cruz de La Palma bajo el nombre de Los Indianos. Su forma actual data de 1966 y es una exaltación de la huella que los emigrantes a Cuba dejó en la isla bonita. Las vestimentas evocadoras de los retornados de América, las parrandas con canciones caribeñas, el personaje de la Negra Tomasa y las nubes de polvos de talco, traerán este lunes la celebración festiva por excelencia del carnaval palmero.

El Carnaval Tradicional de La Aldea de San Nicolás
En la época de Carnaval que se celebra en la localidad de La Aldea de San Nicolás de la Isla de Gran Canaria, se han recuperado elementos tradicionales como las máscaras; el uso de velos o paños para ocultar la cara; la vestimenta vieja; una vara de caña o un cestillo. A los niños también se les disfraza con zaleas y se les tizna la cara; manos y piernas de negro. Un adulto les acompaña, haciendo de pastor, recordando costumbres ancestrales que tienen que ver con los rituales de fertilidad. En Gran Canaria, y más concretamente en La Aldea de San Nicolás, tras las investigaciones realizadas por el Proyecto de Desarrollo Comunitario, donde consultaron a gran cantidad de informantes, todos aseguraban que antiguamente solían vestir a los niños de cabras y machos, con cencerros y pieles y que iban por los caminos y las calles del pueblo a modo de ganado con una o dos personas mayores que eran y hacían de pastores.

El Sansusino de Garachico
A nivel festivo, lo más conocido del miércoles de ceniza es el llamado Entierro de la Sardina, muy celebrado en Canarias, con su cortejo de viudas y más-caras desconsoladas que sigue a la carroza con la gran sardina, la cual arderá como final del desfile. De origen incierto, relacionado desde hace siglos con el carnaval madrileño, esta tradición se empieza a celebrar en Tenerife en el año 1900, tal como reseña en su tesis la antropóloga Carmen M. Barreto.
Anterior a este desfile, sabemos que en algunas localidades Canarias se tomaba un tronco y se atravesaba con dos palos en sus extremos, que servían como asideros; mientras en el centro se le hacía un agujero a modo de corazón colocándosele una vela encendida. En lo alto, lo tocaban con un sombrero para darle forma de figura humana. Acompañándose de un balde con agua y una escoba, se iba rociando todo lo que se encontraba. Según parece, en algunos pueblos de Gran Canaria, como Agüimes y Agaete, alguno de estos muñecos sobrevivió, símbolo del fin del carnaval, hasta nuestros días.
El Crispín de La Orotava, el Rascayú realejero o el Sansusino de Garachico vienen a ser ejemplos de entierros y quemas simbólicas, que marcan el final de una fiesta que, en realidad, se alarga en muchos pueblos y comarcas durante algunos días más.

Los Toros de Tao
Según Francisco Hernández, Cronista oficial de Teguise, esta tradición tiene su origen en el punto de unión de ritos y costumbres africanas y americanas. “Las cuadras de la señorial casa de don Pedro Cabrera fue uno de los escenarios donde nació la máscara de los toros de Tiagua”, afirma, utilizando sus habitantes el modelo de las vacas del lugar para confeccionar el disfraz, con sus esquilas y adornos. Para el historiador, entre las personas que potenciaron la tradición de estas máscaras encontramos a Jordán López Pérez y don Juan Parrilla, a los que acompañaban en sus desfiles una animada parranda.
Los hermanos López Pérez fueron los encargados de llevar al pueblo de Tao la tradición de las máscaras de toro, y con el aporte de las famosas parrandas del pueblo, conocidas en toda la Isla, fue tomando raigambre esta celebración carnavalera que aún recuerdan las personas mayores de la vecindad. “Los Cabrera, López y Parrrilla son apellidos que van unidos a los Toros de Tiagua, una verdadera obra de ingenio que se convirtió en una referencia carnavalera junto a los Diabletes y los Buches. Otras familias y hombres como los López, Paco el músico, Andrés Tejera, Ceferino, Nicolás Villalba, Faustino Morales, Domingo Díaz y otros tantos vecinos de Tao convirtieron con el tiempo a sus máscaras de toro en una seña de identidad del patrimonio cultural del laborioso pueblo de Tao”.

Las mascaritas
Gracias a antiguos documentos podemos saber, que los primeros “bailes de máscaras” de la Isla eran parecidos a los que se realizaban en el carnaval de Venecia, y los organizaban las clases altas de la sociedad grancanaria (desde el siglo XVI) donde se podía disfrutar del baile, la música, el juego, las representaciones teatrales y las actuaciones de agrupaciones musicales, las cuales son nombradas en los documentos como “comparsas”.
Por otro lado, estaría el otro carnaval, el del pueblo llano, que sufriría prohibiciones por parte del poder político y la Iglesia, que a diferencia del anterior, se celebraba en la calle, en tabernas y plazas. Era un carnaval más participativo y ruidoso, donde también participaban unas “comparsas” que nacían de manera espontánea en forma de parrandas de amigos que iban de plaza en plaza. A falta de disfraz se recurría a pañuelos en la cabeza, chaquetas por el revés, ropas usadas, etc.
Poco a poco el disfraz se fue convirtiendo en el elemento fundamental del carnaval. También destacaban en ambos carnavales las caretas, antifaces y máscaras; en el carnaval de la alta sociedad éstas eran de influencia veneciana y en las clases más humildes se recurría a caretas que se hacían de cartón o con una “talega”. El uso de las máscaras era incómodo para las autoridades y fue motivo de persecuciones y prohibiciones, ya que la máscara no permitía la identificación de las personas y en algunos casos, muy excepcionales, eran usadas para ajustes de cuentas y venganzas. A pesar de todo ello, el uso de la máscara no pudo desaparecer, tal es el punto que en Canarias, tenemos el caso de las “tapadas” (siglos XVIII-XIX), que es el nacimiento de las famosas “mascaritas canarias”, por lo general eran mujeres, aunque también podía haber algún hombre que se hacía pasar por mujer, lo cual fue muy criticado por la Iglesia.