El Convento Santo Domingo acogió este viernes el solemne acto de entrega de esta condecoración, enmarcado en la programación de los 50 años de Costa Teguise
El Ayuntamiento de la Real Villa de San Miguel Arcángel de Teguise ha querido reconocer con una de las distinciones contempladas en su Reglamento de Honores, Distinciones y Ceremonial, la valiosa aportación de José y Manuel Díaz Rijo, hermanos que pusieron en marcha la primera desalinizadora de Europa que convirtió el agua salobre en agua para el consumo humano en los años 60 del pasado siglo XX.
El alcalde de Teguise, Oswaldo Betancort, entregó la Medalla de Plata y Pergamino a las familiares de los homenajeados, que firmaron en el Libro de Honores, y expresó su sincero agradecimiento, “el cual se materializa en el reconocimiento público de la Corporación Municipal que presido”, afirmó, “esperando que los honores que corresponden a los hermanos Díaz Rijo por parte de la isla no se hagan esperar, y que, a esta Medalla de Plata de la Real Villa de Teguise, y a la calle que está rotulada con su nombre en Arrecife, se sumen el nombramiento de Hijos Predilectos de la isla o la entrega, a título póstumo, de la Medalla de Oro de Canarias”, manifestó Betancort en su discurso, en el que se comprometió a “proponer un reconocimiento que es de justicia conceder a su memoria si mi nuevo destino como servidor público me lleva a la administración insular”.
El solemne acto, introducido por la experta en Relaciones Institucionales y Protocolo, María del Pino Fuentes de Armas, y enmarcado en la programación de los 50 años del nacimiento de Costa Teguise, localidad considerada el buque insignia del turismo en la isla de Lanzarote, y motor de la principal industria del archipiélago, estuvo presidido por Jorge Díaz y Adriana Díaz, nietos de Manuel Díaz Rijo; Miguel Ángel y José Carlos Díaz, hijos de José Díaz Rijo; el Cronista Oficial de la Villa de Teguise, Francisco Hernández Delgado; la Secretaria Accidental de la Corporación, Onelia Leticia Pérez Betancort y el Alcalde Presidente, Oswaldo Betancort García.
Las intervenciones de la noche, bien a modo de reseña biográfica de ambos distinguidos, o bien a modo de emotiva semblanza, fueron acompañadas musicalmente por la pianista Natalia Nikolaeva, nacida en Crimea y residente a caballo entre Lanzarote y Berlín, que seleccionó obras clásicas de gran fuerza y belleza para los intervalos musicales.
Semblanza de José Díaz Rijo
José Díaz Rijo nació el 25 de noviembre de 1921 en La Vegueta, en Lanzarote, y madrugó – siempre se madruga para esa cita- en el día 21 de octubre de 1997, fecha de su defunción, para alejarse definitivamente de este mundo.
Era hijo de José Díaz Santana y de Rosalía Rijo Rocha, vivió algunos años en la isla y se marchó a Madrid para ampliar su formación. Se casó con doña María de los Ángeles Laccourreye Rodríguez el 19 de junio de 1952, y fueron padres de cuatro hijos: José Carlos, (hoy con nosotros); Enrique, ya fallecido; María de los Ángeles y Miguel Ángel, que también nos acompaña.
Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense 1940-1945, en Madrid, hizo las prácticas de derecho (dos años en aquel entonces) en el despacho de don Gregorio Peces Barba, padre de Gregorio Peces Barba HIJO, que fue Rector de la Universidad Carlos III y Presidente del Congreso de los Diputados, entre otros cargos.
Funda su propio despacho de abogados y lo mantiene abierto hasta su jubilación, siendo abogado asesor de varias empresas y clientes, ostentando en algunas el cargo de secretario del consejo de administración y apoderado representante legal.
José Díaz Rijo añoraba estas islas, lo prueba el hecho de haber sido Socio Fundador y Numerario del Hogar Canario de Madrid, del que luego fue Secretario durante muchos años, pero sobre todo era un enamorado de la isla de los volcanes, siendo uno de los promotores, junto con su hermano Manuel de la Primera desaladora en Lanzarote.
Los Díaz Rijo, Manuel y crearon Termoeléctrica Lanzarote SA, conocida como Termolanza, que instalaría en la isla la primera potabilizadora de uso urbano de Europa. En 1964 se puso en marcha la planta en la zona de Punta Grande y un año después se producía el «milagro»: los lanzaroteños tenían agua corriente en sus casas.
Fue un hito que marcó un antes y un después, pues puso fin a años de sequía y de inmigración de los lanzaroteños, que debían abandonar su tierra ante las graves consecuencias de la falta de agua.
Amigo desde la infancia de César Manrique, que fue testigo en su boda, por los años 70 interviene como promotor, con otros ilustres y paisanos lanzaroteños, en la creación de las Bodegas Mozaga, paliando de esa forma el grave problema de la vid que se encontraba en aquellos momentos en crisis debido al abandono de los viñedos por la falta de rendimiento económico del cultivo.
También hizo una incursión en la política, como candidato al Senado por Lanzarote, por el partido Centro Democrático y Social (CDS) en 1982.
Agustín de la Hoz escribió: “La existencia de agua, en una isla que no la conocía sino de lluvia, dio lugar al éxodo de los aborígenes hacia Famara, continuando la trashumancia hasta casi nuestros días, mientras se abrían pozos y más pozos junto al mar, para abastecer en todo tiempo, a las tardas caravanas de dromedarios, vagantes por el paisaje llagoso y reseco como lengua de desierto…”
Y es ahí, en Famara, en el Risco, en el Río, en La Caleta, ¡qué más da!, en la brisa que entra por Famara, donde se arrojaron las cenizas de don José y de su esposa, María de los Ángeles, en su isla y en el mar salado que contribuyó a endulzar para saciar la sed de una isla, contribuyendo a cambiar su historia y su destino.
Semblanza de Manuel Díaz Rijo
Manuel Díaz Rijo era un ingeniero naval atípico, nacido en la Vegueta en 1927, se traslada muy joven a Madrid, con la familia, y obtiene la titulación en 1954, implicándose en la investigación y la docencia, teniendo entre sus logros el haber aplicado sus múltiples conocimientos y su mente preclara en luchar, contra viento y marea, para instalar una desaladora de agua en su isla natal, a principios de los años 60.
Díaz Rijo contemplaba la isla como una especie de buque anclado en el Atlántico, en el que aplicar las soluciones de desalación que él mismo supervisaba como ingeniero naval en el Canal de experiencias hidrodinámicas de El Pardo. La entidad supervisaba prototipos de los astilleros de la España de Franco, que apostaba por esta actividad, e incluso buques de potencias mundiales.
El joven ingeniero lanzaroteño siempre dijo estar «comprometido» con su isla, desde su privilegiada situación profesional. Así que aprovechó los contactos con Estados Unidos, a través de los proyectos de desalación del Departamento de Estado de la era Kennedy, sobre todo en el ámbito militar, por su carrera con la URSS, pero también de uso civil (había cedido depuradoras a Israel e instalado otra en Guantánamo), y viajó «con su precario inglés» a Nueva York y se entrevistó con responsables de la Westinghouse Electric Co, que fabricaban las plantas, logrando que le financiaran la idea.
La reacción en la isla fue, por el contrario, de rechazo y solo el alcalde de Arrecife, Ginés de la Hoz, dio su ayuda al proyecto. El comentario extendido era que el agua «iba a saber a caboso» y que los sueños de Díaz Rijo eran «poco menos que ilusiones». Así, el ingeniero se vio obligado a asumir la potabilización de agua y creó al efecto, junto con su hermano José, la empresa Termolansa en 1961. No tuvo ayuda alguna del Cabildo de Lanzarote, asegurando algunas voces que los 50 millones de pesetas necesarios eran «cinco veces el presupuesto del Cabildo», pero otras apuntaban a los intereses de la sociedad isleña de mediados del siglo XX, con enorme especulación sobre los suelos con agua y mandatarios interesados en controlar la distribución. Ni siquiera el Instituto Nacional de Industria (INI) ayudó, al no hacerlo el Cabildo, que podría haberse adelantado en desarrollo al resto del archipiélago.
Tras muchas dificultades, finalmente la que fue la primera planta dual de Europa (agua y electricidad) llegó en 1964 y al año siguiente abastecía a Arrecife.
La amistad de Rijo con el otro prócer isleño, César Manrique, dio sus frutos, llevando agua potable a los centros turísticos y, en 1966, al hotel Fariones, con el que comenzó el turismo en Lanzarote.
Estamos ante la biografía de un ingeniero con alma de científico, que marcó un antes y un después en la historia de Lanzarote.